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SAUL HERNANDEZ

Saúl Hernández es un gran pionero del rock
nacional, por lo que nunca puede dejarse de mencionar
su nombre cuando se habla de los inicios del rock en
México; ya que ha plasmado en la historia de la música
de nuestro país rolas que se han convertido en
emblemas e insignias.

Las composiciones por parte de Saúl tienen un
halo mágico y un gran misticismo que está cargado al
mismo tiempo de una luz impresionante, con lo cual ha
logrado llegar a poner a reflexionar, pensar y sentir
a toda la gente que en algún momento escucha su
música. Muchos creeran que Saúl hace algún tipo de
pacto con el más allá y con nuestros ancestros para
escribir esos poemas y lograr esas canciones, pero lo
que verdaderamente hace es algo muy sencillo: libera
su mente del cuerpo y se deja llevar por las
corrientes del universo. "Grabo mis canciones en una
grabadora pequeña porque no se escribir ni leer
música. Afortunadamente me vienen la melodía, las
letras y los acordes al mismo tiempo: me siento, me
pongo a tocar y ese acorde me sugiere lo que viene
y lo puedo hilvanar y así surge una canción. La letra
la pulo después, pero de la grabadora sale la idea
principal. De hecho cuando hay una canción que me
tardo en hacer, la dejo descansar y la retomo en un
año o año y medio."

Saúl es un hombre con una mente abierta y libre
de prejuicios, siempre en contacto con nuestra
naturaleza y alejado del ser humano. En su canción
Derrítete, menciona la siguiente frase: Mira este
coraje: me está convirtiendo, peor que en una bestia;
en un ser humano. Con esto trato de decirte que mi
relación con la fauna es más pura que con el hombre.
No me ha ido bien con el ser humano; en general, como
especie, estamos perdidos, estamos en una etapa muy
frívola y materialista, se han perdido valores y los
animales no. De los viajes que he hecho a la selva he
aprendido mucho con los lacandones; es una relación
entre seres humanos más pura, como seres humanos
siempre nos preguntamos el porqué de las cosas y
tratamos de cambiarlas; el animal no, inmediatamente
las acepta.

Entre Saúl y la raza jaguar, existe un lazo
poderoso; un lazo que nos ata a él y a sus melodías,
un lazo que nos comunica de alguna manera con él y
con su universo, un lazo que no se romperá jamás, un
lazo que nos ha hecho reflexionar y que ha cambiado
nuestras mentes y nuestras almas... "No escribo para
que se hable de eso, tampoco para ganarme adeptos,
escribo porque necesito hacerlo, porque desde que
murió mi madre ha sido una terapia maravillosa de
limpiar mi conciencia, de entender. Y por eso escribo,
yo creo que esa necesidad y esa desnudez, es lo que
la gente siente."

Todos sabemos de los problemas que tuvo Saúl
con su garganta: esos problemas que le hicieron dejar
la música por un rato. Pero la verdadera raza supo
esperar, y siempre apoyó al maestro Saúl. "Sus
mensajes fueron fuerza. Fue muy cabrón, fue como si
me dijeran -no te des por vencido porque aquí
estamos, pase lo que pase aquí estamos y si ya no
vuelves a cantar nunca en la vida aquí estamos-.
Ante ese halo invisible que fue la protección de la
gente, sentí más fuerza que nunca. Por mi vida luché
y me atrevo a decir que también por ellos, porque no
puedes hacerte un lado, no puedes decir gracias, al
contrario, haces una reflexión de tu vida y te das
cuenta de que no has hecho nada. ¿Qué he hecho
para merecerme el cariño de la gente? Entonces
pensé 'no he hecho nada. Quizás ya es tiempo de que
lo haga, que empiece a tomar conciencia de cosas que
nunca tuve y entregarme a eso'. Tuve un aviso muy
fuerte y no quiero ser mártir. Toda esa fuerza que
la gente me brindó en ese momento fue crucial. En
parte, para ellos escribí Tu Reino: Tu reino es esta
esfera que cubre la tierra que no tiene forma tu
reino son las dimensiones que reflejan tus sueños que
son infinitos"; es como decirle a la banda: 'tú eres
mucho más de lo que te imaginas, tienes un potencial
muy grande'. Tenemos que romper el sentido de la
víctima, hacernos más hombres los hombres y más
mujeres las mujeres. Otra canción, Parpadea, dice:
Parpadea Remedios y haz que sirva este espacio
descompuesto; parpadea mariposa, parpadea, que
tienes que remediar el viejo futuro y tienes que
amamantar a los leopardos; parpadea mariposa
parpadea y haz que sirva este mundo descompuesto.
Y es que hay que despertar de ese letargo de hace
muchos años y que viene incluso antes de que los
españoles llegaran a México. Esa es mi teoría, en este
país no se concluye nada, tenemos grandes ideas pero
no las llevamos a cabo."

A Saúl le han preguntado si aprovecharía la
oportunidad de escribir una última canción, una canción
que fuera perfecta, a lo cual responde y afirma con
su profunda mirada: "Ojalá y no, porque si sucede
tendría que morirme. Y no quiero morirme."

En los siguientes párrafos, y de propia voz y
narración del Maestro, se exponen algunos casos
acerca de su vida, su familia, su relación con la
música, sus proyectos, sus broncas y alegrias:

Su introducción al mundo de la música

Cuando empecé a meterme de lleno con la música,
se convirtió en un auxilio para mí, para poder
desarrollar un mundo interno. A mí nunca me gusto ir
a la escuela, no por flojo o porque no quisiera
estudiar, sino que la metodología y el estar
encerrado en un salón me producía una especie de
fobia. Era criminal para mí. Me acuerdo que en la
primaria -antes de irnos a la escuela-, me levantaba
antes que nadie, me alistaba, me iba a la sala y
escuchaba con audífonos las canciones de los Beatles
mientras todos desayunaban. Entonces era llegar a la
escuela sintonizado en otro rollo; mi alimento ya lo
había tenido, me sentía identificado conmigo mismo
yendo a un lugar donde no me sentía cómodo. Eso fue
darme cuenta de lo que representaba para mí la
música

Cuando murió mi mama, empecé a escribir muchas
cosas de donde empezaron a salir canciones, con una
guitarra de tres cuerdas. Ahí empecé a musicalizar los
textos, por decirlo de alguna forma. Fue la primera
vez que no quería hacer playback, sino empezar a
aterrizar todo lo que estaba ahí adentro. Tenia 9
años. "Rosa" (de Insólitas Imágenes de Aurora), es
para ella; ahora, en el nuevo disco que viene hay una
canción muy específica, se llama, "Adios"; "Sombras en
tiempos perdidos", también tiene mucho que ver con
ella. Y si no directamente, cuando empecé a escribir
las primeras estrofas de "Detrás de los cerros", me
acordé de ella, como sucede en varias de las
canciones. El Equilibrio se lo dediqué a ella, como un
homenaje.

Qué le influenció

Creo que lo que sucedió en 1968 no lo viví como
lo vivieron mi hermana y esa generación; lo viví por mi
casa, por todo lo que se escurría de las calles y se
metía en las casas. Mi hermana tenía unos amigos
cubanos que tocaban en un grupo y me llevaba a
verlos ensayar, yo oía, relacionaba lo que ella me
ponía de música, los veía a ellos y decía, esto es, no
cabe duda.

Ni siquiera me he puesto a pensar en otra cosa,
siempre fue muy claro. Inconscientemente yo no me
daba cuenta de lo que tiene que ver la música, el
rock and roll, con los cuestionamientos sociales, con
emociones muy profundas, con un cuestionamiento hacia
uno mismo. Relacionaba, por ejemplo, 'Obladi Oblada' de
los Beatles o a los Doors con el 68, era como el
soundtrack de todo lo que estaba pasando. Yo no
entendía nada, simplemente vibraba que algo pasaba,
mis padres estaban preocupados durante mucho tiempo
en la casa, a mi hermana la sobreprotegían y siempre
estuvo presente esa música, como un susurro
constante que te estaba diciendo 'esto es sangre, en
la vida también corre algo.

Cuando oí por primera vez una canción de
Briseño que en la letra dice, 'arre esquina, se te
están petrificando los jinetes'' dije 'guau, aquí hay
algo; la dimensión desconocida ya se descubrió'. Yo le
aprendí mucho a Memo, tiene una lírica y una
composición que, desde mi punto de vista no se han
valorizado. Como Jaime López, son compositores muy,
muy buenos y además son originales, a la altura de la
narrativa de Leonard Cohen, de Lennnon o Peter
Gabriel.

Los inicios

Creo que tengo la influencia del cantante, quizá
por toda la cultura del solista. Creo que el que
canta es el que se lamenta, el que puede llorar, el
que dice lo que piensa, el que exterioriza lo que no
puedes expresar de otra forma. También por algo de
la cultura mexicana, donde el cantar es básico, parte
de una religión. Pero nunca me puse a pensar qué
quería ser; aunque, bueno, veía a los Beatles y
quería ser John Lennon. En la secundaría me compré
mi primera guitarra después de ahorrar mucho tiempo.
Me juntaba con algunos amigos, nos íbamos al garage
de alguno de ellos y empecé a formarme, a descubrir
poco a poco qué es un grupo, que la guitarra tiene
volumen, a saber que es real.

Siempre me ha gustado componer. Desde esa
época ya llevaba ideas, como 'hice esto en mi casa'.
Hasta que con Salvador de la Fuente y Pepe Navarro
se decidió hacerlo más en serio: el grupo Deimos.
Empezamos a ensayar y un día íbamos a tocar en la
Carpa Geodésica del DF, un domingo. Pero los jueves,
el CREA organizaba un festival en la glorieta del
Metro Insurgentes y en ese momento iban a tocar
Mistus, la Caja de Pandora, el Tri y otras bandas.
Nosotros fuimos a ver a Mistus y la Caja, pero éstos
últimos nunca aparecieron y, mágicamente, un amigo de
un amigo de Mistus me reconoció y me dijo 'ustedes
están tocando, tienen un grupo', yo le dije, 'bueno,
apenas estamos ensayando y apenas vamos a hacer
nuestro primer concierto el domingo.' Y me dice, 'pues
toquen, no vino la Caja de Pandora y queremos que
abra alguien el concierto.' Fue de esos momentos que
la vida planea, era momento de tocar y ahí te das
cuenta de que las cosas más hermosas de la vida
llegan cuando menos te las esperas.

Sí habíamos ensayado, pero en ese momento,
tocar en frente de toda la banda fue una gran
prueba. Tocamos muy poco, como cinco o seis canciones
en dos minutos, asustadísimos, yo tenía como quince
años. Pero salimos, tocamos y, hasta la fecha, es
como una eyaculación que no ha terminado. Ahí fue
cuando todo lo que había pensado de chico, en la
primaria, todo lo que son esas sensaciones, todo,
todo, en esos cinco minutos se volvió realidad, las
luces, la gente, el escenario se volvió un santuario.
Nos fue muy bien, la reacción de la gente, los de
Mistus, que se comportaron como unos caballeros. Fue
un momento muy mágico, uno de los conciertos que más
me acuerdo.

En In Memoriam (1981-1983) fue uno de los grupos
donde me sentí mejor, porque descubrimos el vuelo
libre. Pepe Navarro, Ramón Tomás y yo. Y difícilmente
podíamos tocar, no había expectativas; pero
ensayábamos diario, aunque no hubiera tocadas. Tocar
una vez al mes ya era una gira. Pero esa vez era un
triunfo. Eran condiciones muy distintas. Pero te
adaptas a las condiciones; cuando creces con
carencias, valorizas la abundancia.

En In Memoriam nos dimos cuenta de que las
compañías disqueras no existían. Sí, estaban ahí, pero
era como escalar lo más alto, como si fuera el
Everest. ¿Los medios? Definitivamente ni pensabas en
ellos. Es ahí donde se va forjando la cultura del
mundo subterráneo: los fanzines, las pintas en las
calles, la promoción de boca en boca, hacer el
engrudo e irte a pegar los posters en la calle, los
apañones de la policía.
Rock en tu idioma

A nosotros nos tocó cosechar mucho de lo que
hicieron otras gentes, como Guillermo Briseño, Javier
Bátiz, Peace and Love, Arbol, el mismo Three Souls in
my Mind, la Revolución de Emiliano Zapata, todos elllos
que tuvieron que enfrentar de manera más directa
las dificultades para hacer y tocar rock en México.
Esa actitud guerrera fue como una especie de meta
para mí, decir, 'sobreviví'. Grabar un disco pero en un
sello independiente, como lo fue el tiraje de 500
cassettes de las Insólitas (Imágenes de Aurora), que
para nosotros era toda una producción, pensar 'ya la
hicimos'. Las circunstancias te llevan a pensar todo
eso.

Nosotros tuvimos la suerte de estar en el
momento cuando los grupos de rock argentinos y
españoles comenzaron a llegar a México. Nosotros
oíamos que, por ejemplo, en España había todo un
movimiento, que los grupos, las disqueras, las giras,
como si tratara de los ingleses o los estadounidenses.
Para mí fue uno de los mejores momentos porque
estaban por una parte todos esos grupos nuevos
mexicanos (Maldita Vecindad, Fobia, Neón, los Amantes
de Lola, etc.), más los grupos españoles y argentinos
que empezaban a llegar -cuando oí a Radio Futura, me
encantó, qué super grupo-. Vino Soda Stereo, Charly
García, era un momento donde sí estaba pasando algo.
Ahí es donde haces click y dices, 'momento, o te
pones trucha o, como dice Jaime López, amaneces en
un cocktail'. Ahí empezaron las compañías disqueras a
sacar provecho y si vieron que eso estaba pegando
en otros países, había que comercializarlo acá en
México.

Yo recuerdo que al principio nosotros éramos un
poco tercos, porque sabíamos que si nos metíamos al
juego de todos ellos (las disqueras, los medios) nos
iban a cambiar; la idea era más bien protegernos a
nosotros mismos. De hecho en los medios, sólo le
abrían las puertas a los grupos extranjeros.

La raza y el escenario

Yo creo que toda la banda que escucha Caifanes
o Jaguares, son como aliados. No es el grupo, ni el
público, sino esa magia que se convierte en un ritual.
La gente hace que esto exista, que la fuerza que
hay, más allá de lo musical, sea real y se mantenga.
No hablo de ventas de discos, porque no somos un
grupo que venda millones de discos, pero en un
concierto se hace magia. El escenario es el espacio
más importante a nivel vivencia, porque tienes el
contacto directo; están los ojos, las actitudes, la
gesticulación de la gente. Es un lenguaje
impresionante, muy poderoso. Eso hace que reafirmes
mucha fuerza, la imanes, la extiendas y la des, porque
te la están dando. No sé qué es, será que hemos
demostrado que pese a todos los accidentes que
hemos tenido, ahí estamos.
Dios

Es difícil, sobre todo en estos momentos que
estamos viviendo, mucha gente busca un apoyo moral,
un apoyo espiritual y quienes lo niegan son los que
más lo necesitan. De la religión se habla como
marketing, es como '¿qué te gusta más, Coca Cola o
Pepsi Cola? ' Pero, independientemente de las
creencias, que son muy respetables, todo mundo tiene
derecho a creer y seguir lo que quiera. A fin de
cuentas, todo se va a lo mismo, a darte cuenta que
la fe sí mueve montañas, de que una luz detrás del
universo -llámala energía, dios, Buda, Mahoma- está
ahí. Hay una sustancia que alimenta los caminos
universales.

Los problemas de la garganta

Al principio creí que era pura mala suerte lo que
estaba pasando. Cuando empecé a enfermar no estaba
tan claro todo, estábamos justo en ese momento
tocando con los Rolling Stones, el Nervio del Volcán
iba muy bien y estábamos de gira, como si fuera un
sueño. Pero ese sueño para mí era una pesadilla
porque estaba todo tan mal por dentro. Cómo ver el
Palacio de los Deportes lleno en dos conciertos, con
todo el amor de la gente y salir e hipócritamente
sonreírnos en el escenario, para mí era como una
puñalada. No me partí la madre tantos años de mi vida
para llegar a ser un esclavo de mí mismo o ser un
huesero de lo que hago. Es mi opinión, quizás estoy
mal, pero es lo que sentí. Empecé a entender, de
alguna u otra forma, que ese era el final, que quien
no lo quisiera aceptar, era otra cosa, para mí era
muy claro que no podíamos aprovecharnos de algo que
no nos merecíamos. A mitad de mis operaciones tronó
el grupo, comenzó el amarillismo sobre mi enfermedad, y
todos los problemas legales. Fue una etapa fuerte en
la cual creo que me saqué un diploma por aguantar.
Sabía que, pasara lo que pasara no me iba a detener
nadie, así cantara con un aparato en la garganta o
estuviera tras las rejas sabía que iba a sacar el
disco. Formas hay miles, pero esencia sólo hay una, y
esa es intocable.

Ahora lo veo muy padre, muy romántico, pero
entonces sentía que todo se derrumbaba y se venía
abajo. Pero quien siempre estuvo ahí, quien nunca
quitó el dedo del renglón y nunca dudó un segundo de
lo que estaba pasando, fue el público. Sientes que la
gente está participando a fondo contigo, que pase lo
que pase ahí está, diciendo 'no importa, sabemos que
se va a resolver'. Entonces hay un compromiso muy
grande de mi parte que me hace corresponder y no
quedarme con los brazos cruzados. Pero en vez de
debilitarme, me hizo más fuerte.

La fama

Afortunadamente crecí con una familia que me
enseñó que no todo lo que brilla es oro. Desde chico
me enseñaron a no creérmela. Cuando decidí no ir más
a la escuela y mandé todo al diablo, después de mil
discusiones, mi padre me dijo, '¿quieres ser
barrendero?, sé un barrendero, pero se el mejor,
aprende a serlo'. Entonces, con esa filosofía, nunca
pensé en el "sexo, drogas y rockan'roll. Pensaba en la
historia, la raíz, la sangre, la supervivencia, la lucha;
esos fueron los elementos.






ALFONSO ANDRE

Alfonso André es un hombre sensible y tranquilo,
pero detrás de la batería se transforma en un
verdadero mounstro: golpea los tambores de una
manera sin igual, llenando el ambiente de un verdadero
placer acústico que concuerda perfectamente con las
cuerdas de quien toque junto a él. Alfonso comenzó
su trayectoria a una edad muy temprana. "Mi primer
enamoramiento con el rock and roll fue con Alice
Cooper. Me prestaron el disco Welcome to my
Nightmare y me encantó. Empecé a comprar otros
discos de él y luego me enteré de que Frank Zappa le
había producido uno de sus álbumes, y por ese
entonces algún amigo de mi hermana trajo el Bongo
Fury (un disco en vivo de 1975) a la casa. Lo escuché
y me alucinó terriblemente, era una banda con una
fuerza y una locura que no tenía nada que ver con
nada, estaban a años luz de lo que se estaba
haciendo en música en ese entonces, con un humor y
un desparpajo poca madre. No seguían ninguna regla,
era terreno totalmente virgen.

Alfonso encontró el rock progresivo por Bill
Bruford, baterista de Yes, que luego cambió de grupo
y pasó a King Crimson: "La primera vez que oí a
Bruford me volví loco, es uno de mis bateristas
preferidos desde la primera vez que lo oí hasta el
día de hoy. También King Crimson es una de las bandas
que siguen siendo la Biblia". Muchos creerán que a
Alfonso lo único que le interesa de otra banda es la
batería, pero al respecto comentó: "Para nada, me
llama la atención el todo, primero me llama la canción y
luego el sonido del ensamble. A mi me gustan las
buenas canciones, los discos de puro virtuosismo me
dan güeva".

Alfonso es un baterista con una idea totalmente
fija, y para gusto de muchos de sus seguidores, es
algo que realmente hay que reconocer. "Estoy
tratando de encontrar una voz y tocar cada vez más
hacia la canción. Más que tocar cada vez más rápido o
cosas más complicadas, es tratar de hacerle justicia
a un pedazo de música. No me considero un buen
compositor por eso prefiero trabajar con gente
mejor que yo en ese ámbito. Yo he hecho algunas
canciones, pero no lo disfruto tanto como tocar para
las composiciones de otras personas que considero
talentosas.

A. André es un baterista que trata de
desenterrar todos los misterios de la batería, aunque
en muchas ocasiones le cueste trabajo. "Me pongo muy
nervioso cuando estoy grabando. En el estudio estoy
muy concentrado en hacerlo lo mejor posible. Hay una
canción que grabamos en el disco pasado que es 'Las
Ratas No Tienen Alas' que estábamos tratando un
arreglo que era totalmente distinto y no salía, no
cuajaba. A la mera hora, me puse a tocar otra cosa
y el ingeniero estaba grabando, pero yo no lo sabía y
obviamente nadie pensaba que esa pudiera ser la toma
y de repente estaba tocando y dejaba de tocar con
una mano y me ponía a arreglar los monitores, el
volumen y seguí tocando más relajado, la escuchamos
y esa fue la toma que quedó en el disco, pese a que
dejé de tocar un rato con una mano. Lo chido de esa
toma es que está super relajada.

Desde que Alfonso conoció a Saúl en las Insólitas
Imágenes de Aurora, ha estado batiendo los tambores
de una forma verdaderamente fabulosa. Siempre al
fondo del escenario, oculto tras su batería... pero no
siempre ha sido así; la prueba está en el protagónico
que hizo para la película Crónica de Familia, de Diego
López, en 1986, tema del cual prefiere no conversar
mucho; una prueba más de la reserva hacia su vida
privada.

La entrada al mundo musical

No vengo de una familia muy musical que digamos.
Mi entrada a la música fue más bien a través de la
radio, de ahí grababa las canciones que me gustaban.
También tenía un vecino que tenía discos de los
Beatles. Me acuerdo que jugaba a tocar, tenía mis
juguetes en el piso y los aporreaba con un gancho
para colgar ropa, esa era mi batería. Además de la
batería me gustan también otros instrumentos que,
desafortunadamente nunca aprendí a tocar bien. La
guitarra, por ejemplo, me gusta mucho, pero no toco
ni por error. Será que soy zurdo. Eso también
dificultó que aprendiera otros instrumentos, todos
están hechos para derechos; aunque puedes invertir
las cuerdas si quieres hacerlo. Pero aprendí a tocar
la batería como derecho. Era la batería de mi
hermana, Esther, donde yo -a los once o doce años-
me subía a imitar lo que ella hacía.

Una vez en un crucero con mis padres me
compré un tambor haitiano. Ese fue el primer
instrumento mío. Me la pasaba horas tocando el
tambor. Después comencé con los cuates de la escuela
a palomear, aunque más bien era echar desmadre,
ninguno tocaba muy bien que digamos, más bien
golpeábamos mesas y cantábamos. Siempre me ha
gustado mucho cantar, pero de eso a pararse en un
escenario, como que no se me da. La notoriedad, estar
en el spotlight, no me atrae mucho, creo que por eso
escogí la batería; estás allá, atrás de tu fortaleza.
No me gusta la notoriedad, no me siento cómodo, no
me gusta que me reconozcan; por suerte, siendo el
baterista, estás allá atrás. He procurado mantener
un low profile, como dicen los gringos. Aunque no me
reconocen tanto como a Saúl; él donde salga le piden
autógrafos y se le acerca la gente.

Se siente maravilloso cuando estás allá arriba,
en el escenario, y sientes la respuesta de la gente;
pero cuando me bajo, quiero ser uno más.

La conexión con Saúl

Fue un poco por azares del destino que nos
conociéramos desde la infancia, que empezáramos a
tocar juntos y que tuviéramos las mismas raíces. Yo
había visto la banda de Saúl tocando y me gustó. Me
llamó la atención porque era una banda que no estaba
tocando covers, estaban haciendo su propio rollo y
eso me gustó.

Caifanes

Cuando Saúl decidió que los Caifanes era su
proyecto más importante en ese momento, también
estaba con las Insólitas, pero ya estaba haciendo el
demo de Caifanes. Después me dijo que quería que
entrara a Caifanes con él, pero en ese momento yo
estaba enamoradísimo del proyecto de las Insólitas y
no me gustó nada la idea. Así que le dije que no.
Además, sólo había tocado profesionalmente con
Insólitas, lo demás lo hacía con mis cuates en
nuestros reventones. También quería intentar otra
cosa, tocar con otros músicos. Para ese entonces ya
conocía a Federico Fong, que estaba tocando con
Insólitas, y quería hacer cosas con él y otros
músicos. Estuve ensayando varias cosas, pero no
cuajó nada.

Después, Saúl me invitó a que viera a Caifanes,
que apenas estaban en su segunda presentación. Me
encantó. Nunca lo había visto a Saúl como público y
me gustó mucho su rollo. Así que accedí a entrar,
empezamos a ensayar y, para la siguiente tocada -en
el Bar 9 y fue un desastre- ya toqué yo la batería.

Mucho del truene de Insólitas, la salida de Saúl,
fue porque no pasaba nada, no había futuro, no
había compañías interesadas. Fue cuando empezaron a
llegar bandas de fuera (España, Argentina) que la
industria nacional empezó a buscar bandas mexicanas y
una de ellas fuimos nosotros. Todo fue bastante
rápido y realmente no racionalizábamos mucho de lo
que estaba pasando, más bien estábamos disfrutando
el raid, el viaje, sin vislumbrar los alcances que podía
llegar a tener. Estaban cambiando las cosas muy
rápidamente. Pero cuando realmente llegó el madrazo
fuerte fue con 'La Negra Tomasa'. Fue muy
desequilibrante para nosotros, porque era una canción
con la que abríamos los conciertos desde que inició la
banda, era una manera de romper con la solemnidad de
los rockanroleros. Ahora esos estereotipos ya se han
roto. Pero fue difícil mantener la brújula y no
perdernos con este rollo de ese éxito, porque se
escuchaba en todos lados.

La evolución de Caifanes

Siempre fuimos a más, cada vez manejábamos
mejor el estudio como una herramienta para hacer
música y cada quien fue creciendo como músico. Los
cambios, obviamente, afectan, cambian el sonido, pero
la gente que estuvo, siempre fue gente muy valiosa
-musicalmente, por lo menos-. Pese a todos los pleitos
y broncas que hayamos tenido, a la hora de hacer la
música hubo cosas muy chidas. Obviamente, hay cosas
que yo hubiera hecho distintas, a la distancia, pero
ahí están. Porque vas aprendiendo cosas conforme va
pasando el tiempo; cómo se graba, como suenan mejor
las cosas. Pero serían cuestiones técnicas más que
nada, el corazón que le pusimos a todo lo que
grabamos ahí está y se nota. Eso es lo que creo que
hace a esos discos ser tan chidos.

También está la forma que Saúl tiene para
comunicarse con la banda; es muy particular el carisma
que tiene, la forma de conectar a la gente. Hasta la
fecha no me deja de asombrar. Esa magia que tiene
Saúl ha sido gran parte del éxito que ha tenido la
banda durante tanto tiempo. Obviamente, el equipo que
se ha reunido alrededor ha sido importante, músicos
que han hecho cosas muy buenas en el proyecto. Pero
esta magia es muy especial, no se encuentra en todas
las bandas. A mí, el segundo disco, El Diablito, me
gusta mucho. Es muy completo, había muchas canciones
muy buenas, tocamos muy bien, aunque faltó mucha
producción y personal técnico que nos echara la
mano, porque estuvimos algo abandonados. Oscar López
nos llevó a Nueva York y prácticamente nos dejaron
ahí botados. A la hora de la hora faltó presupuesto
para hacer la mezcla, lo terminaron mezclando Saúl y
Diego, que no tenían ninguna idea. Por eso me
encantaría oírlo bien, como debería haber sido, sobre
todo en la mezcla.
En El Silencio, me gusta el trabajo de Adrian
(Belew). Un genio, un tipo con una creatividad y una
musicalidad muy particular. Desgraciadamente, en esa
etapa el grupo estaba en muy mal momento en las
relaciones interpersonales. Ese es el mal recuerdo que
tengo del disco. Después viene la salida de Sabo y
Diego e hicimos el Nervio del volcan. Teníamos que
hacer un disco muy chingón. A mí me gusta mucho ese
disco, tal vez es el más comercial que hicimos, pero
tiene una factura impresionante; ahí sí creo que se
cumplieron la mayoría de las cosas que queríamos
hacer. Trabajamos con gente muy talentosa, un
productor (Greg Ladanyi) que cuidó muchísimo el sonido
del disco, tocamos bastante bien todos.

El fin de Caifanes

Fue muy triste. Estábamos en el mejor momento
de la banda, las puertas se estaban abriendo por
todos lados, pero cuando las cosas tienen que
acabar, se acaban.

Jaguares

El Equilibrio me gusta mucho porque es muy
relajado. Lo hicimos con Don Was, que es un hippie;
super relajado en el estudio, grabábamos palomazos,
quemábamos cintas a lo cabrón. A veces llegábamos a
las dos de la mañana al estudio, medio enfiestados y
grabábamos tomas; algunas nos quedaron, otras no.
Fue muy relajado, por eso creo que le dio rollo al
grupo. Obviamente, ese disco es bastante más difícil
que El Nervio del Volcán. Es más crudo, no tan
producido, con menos trabajo en los arreglos; es más
animal, de entraña, más que cerebral. Hay cosas que
me encantan y que no habíamos probado antes: la
manera de tocar de José Manuel es totalmente
distinta a la de Alejandro, la forma de trabajar.
Desafortunadamente, este disco tuvo la bronca de
que casi no lo pudimos tocar.

EL VAMPIRO

César López es un rockero tapatío con una gran
trayectoria artística. Es mejor conocido en el
ambiente como El Vampiro. Lo de Vampiro se lo puso
el Chino Inda, porque cuando tocaba o ensayaba la
guitarra se dormía tarde y, por supuesto, se
despertadba tarde.

Su primer guitarra

Mi papá, Alfonso López, es músico, toca guitarra.
Durante los setenta, tenía un grupo y manejaba un
bar; así que desde chico vi los amplificadores y las
guitarras en la casa. Por eso comencéa a tocar, ahí
estaban; además mi papá, como buen padre, orgulloso
de que su hijo hiciera lo mismo que él, me empezó a
enseñar y como a los cinco o seis años aprendí a
tocar la guitarra.

Mi papá me mandó hacer una guitarra chiquita,
acústica.Aunque después me gustó más la onda del
órgano, porque tenía ritmos y pedales. pero como a
los 17 años me volvió a gustar la guitarra, pero ya
por la onda del rock. Entonces ya comencé a tomar
los instrumentos de mi papá, su guitarra eléctrica, un
pedal grandote, un fuss bien raro; era un wah-wah y
fuss, que él nunca usó, pero a mi me encantó, se me
hizo super ruidoso. ÁWau, qué sonido! A mí me entró
primero la música disco, los Bee Gees era mi grupo
favorito; claro, también lo pesado me gustaba, como
Led Zeppelin, Deep Purple; en otra línea, los Doors,
los Rolling Stones. Los Beatles no me gustaban, se me
hacían cosa de viejitos. Ahora me encantan, pero
antes no.

A los 17 ya lo tenía claro, quería ser músico.
Entonces me clavaba a tocar diariamente y, como mi
hermano tenia un grupo de rock, aprendía viéndolos.
Porque antes no había manuales, ni partituras, ponías
el disco o el cassette y tú mismo tenías que sacar
las canciones y aprender de oído. Comencé a tocar en
un grupo como a los 18, con mi hermano primero y
después con algunos amigos de la colonia, como Hugo
Rodríguez (Azul Violeta), con quien comencé a
trabajar más en forma. Eran unas cosas medio
pacheconas, raras. Así formamos la primera versión de
Azul Violeta, con el Chino Inda y Alejandro López.
Pero yo seguía escuchando y conociendo a otros
guitarristas por discos que me prestaban o programas
de radio que grababa. Me influencié de Nell Young, Lou
Reed, Tom Petty, Pete Townshend; pero de los que me
engancharon, aunque es dificil decir cuáles,
definitivamente, el maestro es Keith Richards. Me gusta
la guitarra en lo que aporta a la canción.

La etapa negra

Al salir de Azul Violeta, el Vampiro tuvo un
periodo obscuro, él no habla nada sobre ella,
simplemente se limita a olvidarla.

El nuevo cambio

Al salir del periodo obscuro, el Vampiro regresó
a Azul Violeta. Fue medio nostálgico, pensábamos que
iba a ser lo mismo. Porque en la primera etapa fue
como una escuela, pasaron por ahí varios músicos,
todos opinaban, tenian ideas. Pero la segunda fue muy
diferente, muy de marketing, de 'bisnes' con la
compañia; pero para mi gusto hubo un problema
fundamental; no habia comunicación con la gente. El
público no entendía lo que queríamos decir, incluso a
mi me costaba trabajo saberlo. No iban a los
conciertos y cuando iban, no pasaba nada. La
comunicación con el público es fundamental.

La música de Azul Violeta era muy light, las
letras sin tomar partido, sin comprometerse con nada,
ni quedar mal con ninguno de los dos lados. Y si no
tomas partido, pasas sin pena ni gloria. Por ese
tiempo, Saúl empezó a ir con frecuencia a Guadalajara,
le dije que queria trabajar con él, porque yo queria
trabajar con un compositor -que fue parte del
fracaso de Azul Violeta. Había el antecedente de la
invitación que me hicieron para trabajar en la gira de
El Nervio del Volcán, con Caifanes, pero les había
dicho que no, porque su guitarrista era muy dificíl;
después me enteré de que entro José Manuel Aguilera.
El caso es que le dije a Saúl que quería trabajar
con él; había quedado esa espinita, pero me dijo que
entonces no tenía planes de nada, se iba a Los
Angeles a grabar unas canciones en un homenaje a
Police. Después me habló de ahí, precisamente; me dijo:
'te hablo para tomarte la palabra; vamos a ensayar,
sin compromiso de ninguna parte, para saber cómo
sonaría'. Me dijo que iban a estar Jarris, Sabo,
Alfonso. Era más o menos mayo del 98.

Transformarse en jaguar

Más que miedo, tenía pánico. Tocar con Jaguares
es un paquetote, había estado José Manuel, estuvo
atrás Marcovich. yo me aventé, tenia muchas ganas,
aunque creia no tener el nivel para hacerlo; gracias a
la confianza de ellos he aprendido muchas cosas.

Fue muy sencillo integrar el trabajo de las
guitarras. Es dificíl decidir qué va a tocar cada uno,
pero fue muy sencillo, casí sin decirnos nada; cuando
yo agarraba un camino, digamos, el acompañamiento,
Jarris agarraba el solo. Así se dio todas las veces,
sin ponernos de acuerdo, porque yo estaba en
Guadalajara y él en el D.F., cada quien preparaba algo
y al llegar al ensayo, embonaba. Algo muy importante
en Jaguares es la devoción de la gente con Saúl. No
lo habia visto jamás con nungún grupo, ni en los
conciertos que he asistido, ni con los grupos que he
tocado. Es impresionante: dejó de tocar dos años,
cualquiera con ese silencio habria desaparecido.

En los primeros ensayos, recuerdo que los veia a
Jaguares y se me hacia raro. Cuando empecé con Azul
Violeta, fue cuando el boom de los Caifanes; de alguna
forma, ellos fueron los que nos dijeron, si se
puede,nos abrieron las puertas. de ahí para atrás,
sólo eramos unos necios. Nadie nos podia decir que se
puede vivir del rock and roll, y sin embargo, ahí
estabamos. Ellos fueron los primeros, eso te deja
huella, les tienes respeto. Incluso ahora, que somos
compañeros, no pierdo esa imagen del 'artista'.