SAUL HERNANDEZ Saúl Hernández es un gran pionero del rock nacional, por lo que nunca puede dejarse de mencionar su nombre cuando se habla de los inicios del rock en México; ya que ha plasmado en la historia de la música de nuestro país rolas que se han convertido en emblemas e insignias. Las composiciones por parte de Saúl tienen un halo mágico y un gran misticismo que está cargado al mismo tiempo de una luz impresionante, con lo cual ha logrado llegar a poner a reflexionar, pensar y sentir a toda la gente que en algún momento escucha su música. Muchos creeran que Saúl hace algún tipo de pacto con el más allá y con nuestros ancestros para escribir esos poemas y lograr esas canciones, pero lo que verdaderamente hace es algo muy sencillo: libera su mente del cuerpo y se deja llevar por las corrientes del universo. "Grabo mis canciones en una grabadora pequeña porque no se escribir ni leer música. Afortunadamente me vienen la melodía, las letras y los acordes al mismo tiempo: me siento, me pongo a tocar y ese acorde me sugiere lo que viene y lo puedo hilvanar y así surge una canción. La letra la pulo después, pero de la grabadora sale la idea principal. De hecho cuando hay una canción que me tardo en hacer, la dejo descansar y la retomo en un año o año y medio." Saúl es un hombre con una mente abierta y libre de prejuicios, siempre en contacto con nuestra naturaleza y alejado del ser humano. En su canción Derrítete, menciona la siguiente frase: Mira este coraje: me está convirtiendo, peor que en una bestia; en un ser humano. Con esto trato de decirte que mi relación con la fauna es más pura que con el hombre. No me ha ido bien con el ser humano; en general, como especie, estamos perdidos, estamos en una etapa muy frívola y materialista, se han perdido valores y los animales no. De los viajes que he hecho a la selva he aprendido mucho con los lacandones; es una relación entre seres humanos más pura, como seres humanos siempre nos preguntamos el porqué de las cosas y tratamos de cambiarlas; el animal no, inmediatamente las acepta. Entre Saúl y la raza jaguar, existe un lazo poderoso; un lazo que nos ata a él y a sus melodías, un lazo que nos comunica de alguna manera con él y con su universo, un lazo que no se romperá jamás, un lazo que nos ha hecho reflexionar y que ha cambiado nuestras mentes y nuestras almas... "No escribo para que se hable de eso, tampoco para ganarme adeptos, escribo porque necesito hacerlo, porque desde que murió mi madre ha sido una terapia maravillosa de limpiar mi conciencia, de entender. Y por eso escribo, yo creo que esa necesidad y esa desnudez, es lo que la gente siente." Todos sabemos de los problemas que tuvo Saúl con su garganta: esos problemas que le hicieron dejar la música por un rato. Pero la verdadera raza supo esperar, y siempre apoyó al maestro Saúl. "Sus mensajes fueron fuerza. Fue muy cabrón, fue como si me dijeran -no te des por vencido porque aquí estamos, pase lo que pase aquí estamos y si ya no vuelves a cantar nunca en la vida aquí estamos-. Ante ese halo invisible que fue la protección de la gente, sentí más fuerza que nunca. Por mi vida luché y me atrevo a decir que también por ellos, porque no puedes hacerte un lado, no puedes decir gracias, al contrario, haces una reflexión de tu vida y te das cuenta de que no has hecho nada. ¿Qué he hecho para merecerme el cariño de la gente? Entonces pensé 'no he hecho nada. Quizás ya es tiempo de que lo haga, que empiece a tomar conciencia de cosas que nunca tuve y entregarme a eso'. Tuve un aviso muy fuerte y no quiero ser mártir. Toda esa fuerza que la gente me brindó en ese momento fue crucial. En parte, para ellos escribí Tu Reino: Tu reino es esta esfera que cubre la tierra que no tiene forma tu reino son las dimensiones que reflejan tus sueños que son infinitos"; es como decirle a la banda: 'tú eres mucho más de lo que te imaginas, tienes un potencial muy grande'. Tenemos que romper el sentido de la víctima, hacernos más hombres los hombres y más mujeres las mujeres. Otra canción, Parpadea, dice: Parpadea Remedios y haz que sirva este espacio descompuesto; parpadea mariposa, parpadea, que tienes que remediar el viejo futuro y tienes que amamantar a los leopardos; parpadea mariposa parpadea y haz que sirva este mundo descompuesto. Y es que hay que despertar de ese letargo de hace muchos años y que viene incluso antes de que los españoles llegaran a México. Esa es mi teoría, en este país no se concluye nada, tenemos grandes ideas pero no las llevamos a cabo." A Saúl le han preguntado si aprovecharía la oportunidad de escribir una última canción, una canción que fuera perfecta, a lo cual responde y afirma con su profunda mirada: "Ojalá y no, porque si sucede tendría que morirme. Y no quiero morirme." En los siguientes párrafos, y de propia voz y narración del Maestro, se exponen algunos casos acerca de su vida, su familia, su relación con la música, sus proyectos, sus broncas y alegrias: Su introducción al mundo de la música Cuando empecé a meterme de lleno con la música, se convirtió en un auxilio para mí, para poder desarrollar un mundo interno. A mí nunca me gusto ir a la escuela, no por flojo o porque no quisiera estudiar, sino que la metodología y el estar encerrado en un salón me producía una especie de fobia. Era criminal para mí. Me acuerdo que en la primaria -antes de irnos a la escuela-, me levantaba antes que nadie, me alistaba, me iba a la sala y escuchaba con audífonos las canciones de los Beatles mientras todos desayunaban. Entonces era llegar a la escuela sintonizado en otro rollo; mi alimento ya lo había tenido, me sentía identificado conmigo mismo yendo a un lugar donde no me sentía cómodo. Eso fue darme cuenta de lo que representaba para mí la música Cuando murió mi mama, empecé a escribir muchas cosas de donde empezaron a salir canciones, con una guitarra de tres cuerdas. Ahí empecé a musicalizar los textos, por decirlo de alguna forma. Fue la primera vez que no quería hacer playback, sino empezar a aterrizar todo lo que estaba ahí adentro. Tenia 9 años. "Rosa" (de Insólitas Imágenes de Aurora), es para ella; ahora, en el nuevo disco que viene hay una canción muy específica, se llama, "Adios"; "Sombras en tiempos perdidos", también tiene mucho que ver con ella. Y si no directamente, cuando empecé a escribir las primeras estrofas de "Detrás de los cerros", me acordé de ella, como sucede en varias de las canciones. El Equilibrio se lo dediqué a ella, como un homenaje. Qué le influenció Creo que lo que sucedió en 1968 no lo viví como lo vivieron mi hermana y esa generación; lo viví por mi casa, por todo lo que se escurría de las calles y se metía en las casas. Mi hermana tenía unos amigos cubanos que tocaban en un grupo y me llevaba a verlos ensayar, yo oía, relacionaba lo que ella me ponía de música, los veía a ellos y decía, esto es, no cabe duda. Ni siquiera me he puesto a pensar en otra cosa, siempre fue muy claro. Inconscientemente yo no me daba cuenta de lo que tiene que ver la música, el rock and roll, con los cuestionamientos sociales, con emociones muy profundas, con un cuestionamiento hacia uno mismo. Relacionaba, por ejemplo, 'Obladi Oblada' de los Beatles o a los Doors con el 68, era como el soundtrack de todo lo que estaba pasando. Yo no entendía nada, simplemente vibraba que algo pasaba, mis padres estaban preocupados durante mucho tiempo en la casa, a mi hermana la sobreprotegían y siempre estuvo presente esa música, como un susurro constante que te estaba diciendo 'esto es sangre, en la vida también corre algo. Cuando oí por primera vez una canción de Briseño que en la letra dice, 'arre esquina, se te están petrificando los jinetes'' dije 'guau, aquí hay algo; la dimensión desconocida ya se descubrió'. Yo le aprendí mucho a Memo, tiene una lírica y una composición que, desde mi punto de vista no se han valorizado. Como Jaime López, son compositores muy, muy buenos y además son originales, a la altura de la narrativa de Leonard Cohen, de Lennnon o Peter Gabriel. Los inicios Creo que tengo la influencia del cantante, quizá por toda la cultura del solista. Creo que el que canta es el que se lamenta, el que puede llorar, el que dice lo que piensa, el que exterioriza lo que no puedes expresar de otra forma. También por algo de la cultura mexicana, donde el cantar es básico, parte de una religión. Pero nunca me puse a pensar qué quería ser; aunque, bueno, veía a los Beatles y quería ser John Lennon. En la secundaría me compré mi primera guitarra después de ahorrar mucho tiempo. Me juntaba con algunos amigos, nos íbamos al garage de alguno de ellos y empecé a formarme, a descubrir poco a poco qué es un grupo, que la guitarra tiene volumen, a saber que es real. Siempre me ha gustado componer. Desde esa época ya llevaba ideas, como 'hice esto en mi casa'. Hasta que con Salvador de la Fuente y Pepe Navarro se decidió hacerlo más en serio: el grupo Deimos. Empezamos a ensayar y un día íbamos a tocar en la Carpa Geodésica del DF, un domingo. Pero los jueves, el CREA organizaba un festival en la glorieta del Metro Insurgentes y en ese momento iban a tocar Mistus, la Caja de Pandora, el Tri y otras bandas. Nosotros fuimos a ver a Mistus y la Caja, pero éstos últimos nunca aparecieron y, mágicamente, un amigo de un amigo de Mistus me reconoció y me dijo 'ustedes están tocando, tienen un grupo', yo le dije, 'bueno, apenas estamos ensayando y apenas vamos a hacer nuestro primer concierto el domingo.' Y me dice, 'pues toquen, no vino la Caja de Pandora y queremos que abra alguien el concierto.' Fue de esos momentos que la vida planea, era momento de tocar y ahí te das cuenta de que las cosas más hermosas de la vida llegan cuando menos te las esperas. Sí habíamos ensayado, pero en ese momento, tocar en frente de toda la banda fue una gran prueba. Tocamos muy poco, como cinco o seis canciones en dos minutos, asustadísimos, yo tenía como quince años. Pero salimos, tocamos y, hasta la fecha, es como una eyaculación que no ha terminado. Ahí fue cuando todo lo que había pensado de chico, en la primaria, todo lo que son esas sensaciones, todo, todo, en esos cinco minutos se volvió realidad, las luces, la gente, el escenario se volvió un santuario. Nos fue muy bien, la reacción de la gente, los de Mistus, que se comportaron como unos caballeros. Fue un momento muy mágico, uno de los conciertos que más me acuerdo. En In Memoriam (1981-1983) fue uno de los grupos donde me sentí mejor, porque descubrimos el vuelo libre. Pepe Navarro, Ramón Tomás y yo. Y difícilmente podíamos tocar, no había expectativas; pero ensayábamos diario, aunque no hubiera tocadas. Tocar una vez al mes ya era una gira. Pero esa vez era un triunfo. Eran condiciones muy distintas. Pero te adaptas a las condiciones; cuando creces con carencias, valorizas la abundancia. En In Memoriam nos dimos cuenta de que las compañías disqueras no existían. Sí, estaban ahí, pero era como escalar lo más alto, como si fuera el Everest. ¿Los medios? Definitivamente ni pensabas en ellos. Es ahí donde se va forjando la cultura del mundo subterráneo: los fanzines, las pintas en las calles, la promoción de boca en boca, hacer el engrudo e irte a pegar los posters en la calle, los apañones de la policía. Rock en tu idioma A nosotros nos tocó cosechar mucho de lo que hicieron otras gentes, como Guillermo Briseño, Javier Bátiz, Peace and Love, Arbol, el mismo Three Souls in my Mind, la Revolución de Emiliano Zapata, todos elllos que tuvieron que enfrentar de manera más directa las dificultades para hacer y tocar rock en México. Esa actitud guerrera fue como una especie de meta para mí, decir, 'sobreviví'. Grabar un disco pero en un sello independiente, como lo fue el tiraje de 500 cassettes de las Insólitas (Imágenes de Aurora), que para nosotros era toda una producción, pensar 'ya la hicimos'. Las circunstancias te llevan a pensar todo eso. Nosotros tuvimos la suerte de estar en el momento cuando los grupos de rock argentinos y españoles comenzaron a llegar a México. Nosotros oíamos que, por ejemplo, en España había todo un movimiento, que los grupos, las disqueras, las giras, como si tratara de los ingleses o los estadounidenses. Para mí fue uno de los mejores momentos porque estaban por una parte todos esos grupos nuevos mexicanos (Maldita Vecindad, Fobia, Neón, los Amantes de Lola, etc.), más los grupos españoles y argentinos que empezaban a llegar -cuando oí a Radio Futura, me encantó, qué super grupo-. Vino Soda Stereo, Charly García, era un momento donde sí estaba pasando algo. Ahí es donde haces click y dices, 'momento, o te pones trucha o, como dice Jaime López, amaneces en un cocktail'. Ahí empezaron las compañías disqueras a sacar provecho y si vieron que eso estaba pegando en otros países, había que comercializarlo acá en México. Yo recuerdo que al principio nosotros éramos un poco tercos, porque sabíamos que si nos metíamos al juego de todos ellos (las disqueras, los medios) nos iban a cambiar; la idea era más bien protegernos a nosotros mismos. De hecho en los medios, sólo le abrían las puertas a los grupos extranjeros. La raza y el escenario Yo creo que toda la banda que escucha Caifanes o Jaguares, son como aliados. No es el grupo, ni el público, sino esa magia que se convierte en un ritual. La gente hace que esto exista, que la fuerza que hay, más allá de lo musical, sea real y se mantenga. No hablo de ventas de discos, porque no somos un grupo que venda millones de discos, pero en un concierto se hace magia. El escenario es el espacio más importante a nivel vivencia, porque tienes el contacto directo; están los ojos, las actitudes, la gesticulación de la gente. Es un lenguaje impresionante, muy poderoso. Eso hace que reafirmes mucha fuerza, la imanes, la extiendas y la des, porque te la están dando. No sé qué es, será que hemos demostrado que pese a todos los accidentes que hemos tenido, ahí estamos. Dios Es difícil, sobre todo en estos momentos que estamos viviendo, mucha gente busca un apoyo moral, un apoyo espiritual y quienes lo niegan son los que más lo necesitan. De la religión se habla como marketing, es como '¿qué te gusta más, Coca Cola o Pepsi Cola? ' Pero, independientemente de las creencias, que son muy respetables, todo mundo tiene derecho a creer y seguir lo que quiera. A fin de cuentas, todo se va a lo mismo, a darte cuenta que la fe sí mueve montañas, de que una luz detrás del universo -llámala energía, dios, Buda, Mahoma- está ahí. Hay una sustancia que alimenta los caminos universales. Los problemas de la garganta Al principio creí que era pura mala suerte lo que estaba pasando. Cuando empecé a enfermar no estaba tan claro todo, estábamos justo en ese momento tocando con los Rolling Stones, el Nervio del Volcán iba muy bien y estábamos de gira, como si fuera un sueño. Pero ese sueño para mí era una pesadilla porque estaba todo tan mal por dentro. Cómo ver el Palacio de los Deportes lleno en dos conciertos, con todo el amor de la gente y salir e hipócritamente sonreírnos en el escenario, para mí era como una puñalada. No me partí la madre tantos años de mi vida para llegar a ser un esclavo de mí mismo o ser un huesero de lo que hago. Es mi opinión, quizás estoy mal, pero es lo que sentí. Empecé a entender, de alguna u otra forma, que ese era el final, que quien no lo quisiera aceptar, era otra cosa, para mí era muy claro que no podíamos aprovecharnos de algo que no nos merecíamos. A mitad de mis operaciones tronó el grupo, comenzó el amarillismo sobre mi enfermedad, y todos los problemas legales. Fue una etapa fuerte en la cual creo que me saqué un diploma por aguantar. Sabía que, pasara lo que pasara no me iba a detener nadie, así cantara con un aparato en la garganta o estuviera tras las rejas sabía que iba a sacar el disco. Formas hay miles, pero esencia sólo hay una, y esa es intocable. Ahora lo veo muy padre, muy romántico, pero entonces sentía que todo se derrumbaba y se venía abajo. Pero quien siempre estuvo ahí, quien nunca quitó el dedo del renglón y nunca dudó un segundo de lo que estaba pasando, fue el público. Sientes que la gente está participando a fondo contigo, que pase lo que pase ahí está, diciendo 'no importa, sabemos que se va a resolver'. Entonces hay un compromiso muy grande de mi parte que me hace corresponder y no quedarme con los brazos cruzados. Pero en vez de debilitarme, me hizo más fuerte. La fama Afortunadamente crecí con una familia que me enseñó que no todo lo que brilla es oro. Desde chico me enseñaron a no creérmela. Cuando decidí no ir más a la escuela y mandé todo al diablo, después de mil discusiones, mi padre me dijo, '¿quieres ser barrendero?, sé un barrendero, pero se el mejor, aprende a serlo'. Entonces, con esa filosofía, nunca pensé en el "sexo, drogas y rockan'roll. Pensaba en la historia, la raíz, la sangre, la supervivencia, la lucha; esos fueron los elementos. ALFONSO ANDRE Alfonso André es un hombre sensible y tranquilo, pero detrás de la batería se transforma en un verdadero mounstro: golpea los tambores de una manera sin igual, llenando el ambiente de un verdadero placer acústico que concuerda perfectamente con las cuerdas de quien toque junto a él. Alfonso comenzó su trayectoria a una edad muy temprana. "Mi primer enamoramiento con el rock and roll fue con Alice Cooper. Me prestaron el disco Welcome to my Nightmare y me encantó. Empecé a comprar otros discos de él y luego me enteré de que Frank Zappa le había producido uno de sus álbumes, y por ese entonces algún amigo de mi hermana trajo el Bongo Fury (un disco en vivo de 1975) a la casa. Lo escuché y me alucinó terriblemente, era una banda con una fuerza y una locura que no tenía nada que ver con nada, estaban a años luz de lo que se estaba haciendo en música en ese entonces, con un humor y un desparpajo poca madre. No seguían ninguna regla, era terreno totalmente virgen. Alfonso encontró el rock progresivo por Bill Bruford, baterista de Yes, que luego cambió de grupo y pasó a King Crimson: "La primera vez que oí a Bruford me volví loco, es uno de mis bateristas preferidos desde la primera vez que lo oí hasta el día de hoy. También King Crimson es una de las bandas que siguen siendo la Biblia". Muchos creerán que a Alfonso lo único que le interesa de otra banda es la batería, pero al respecto comentó: "Para nada, me llama la atención el todo, primero me llama la canción y luego el sonido del ensamble. A mi me gustan las buenas canciones, los discos de puro virtuosismo me dan güeva". Alfonso es un baterista con una idea totalmente fija, y para gusto de muchos de sus seguidores, es algo que realmente hay que reconocer. "Estoy tratando de encontrar una voz y tocar cada vez más hacia la canción. Más que tocar cada vez más rápido o cosas más complicadas, es tratar de hacerle justicia a un pedazo de música. No me considero un buen compositor por eso prefiero trabajar con gente mejor que yo en ese ámbito. Yo he hecho algunas canciones, pero no lo disfruto tanto como tocar para las composiciones de otras personas que considero talentosas. A. André es un baterista que trata de desenterrar todos los misterios de la batería, aunque en muchas ocasiones le cueste trabajo. "Me pongo muy nervioso cuando estoy grabando. En el estudio estoy muy concentrado en hacerlo lo mejor posible. Hay una canción que grabamos en el disco pasado que es 'Las Ratas No Tienen Alas' que estábamos tratando un arreglo que era totalmente distinto y no salía, no cuajaba. A la mera hora, me puse a tocar otra cosa y el ingeniero estaba grabando, pero yo no lo sabía y obviamente nadie pensaba que esa pudiera ser la toma y de repente estaba tocando y dejaba de tocar con una mano y me ponía a arreglar los monitores, el volumen y seguí tocando más relajado, la escuchamos y esa fue la toma que quedó en el disco, pese a que dejé de tocar un rato con una mano. Lo chido de esa toma es que está super relajada. Desde que Alfonso conoció a Saúl en las Insólitas Imágenes de Aurora, ha estado batiendo los tambores de una forma verdaderamente fabulosa. Siempre al fondo del escenario, oculto tras su batería... pero no siempre ha sido así; la prueba está en el protagónico que hizo para la película Crónica de Familia, de Diego López, en 1986, tema del cual prefiere no conversar mucho; una prueba más de la reserva hacia su vida privada. La entrada al mundo musical No vengo de una familia muy musical que digamos. Mi entrada a la música fue más bien a través de la radio, de ahí grababa las canciones que me gustaban. También tenía un vecino que tenía discos de los Beatles. Me acuerdo que jugaba a tocar, tenía mis juguetes en el piso y los aporreaba con un gancho para colgar ropa, esa era mi batería. Además de la batería me gustan también otros instrumentos que, desafortunadamente nunca aprendí a tocar bien. La guitarra, por ejemplo, me gusta mucho, pero no toco ni por error. Será que soy zurdo. Eso también dificultó que aprendiera otros instrumentos, todos están hechos para derechos; aunque puedes invertir las cuerdas si quieres hacerlo. Pero aprendí a tocar la batería como derecho. Era la batería de mi hermana, Esther, donde yo -a los once o doce años- me subía a imitar lo que ella hacía. Una vez en un crucero con mis padres me compré un tambor haitiano. Ese fue el primer instrumento mío. Me la pasaba horas tocando el tambor. Después comencé con los cuates de la escuela a palomear, aunque más bien era echar desmadre, ninguno tocaba muy bien que digamos, más bien golpeábamos mesas y cantábamos. Siempre me ha gustado mucho cantar, pero de eso a pararse en un escenario, como que no se me da. La notoriedad, estar en el spotlight, no me atrae mucho, creo que por eso escogí la batería; estás allá, atrás de tu fortaleza. No me gusta la notoriedad, no me siento cómodo, no me gusta que me reconozcan; por suerte, siendo el baterista, estás allá atrás. He procurado mantener un low profile, como dicen los gringos. Aunque no me reconocen tanto como a Saúl; él donde salga le piden autógrafos y se le acerca la gente. Se siente maravilloso cuando estás allá arriba, en el escenario, y sientes la respuesta de la gente; pero cuando me bajo, quiero ser uno más. La conexión con Saúl Fue un poco por azares del destino que nos conociéramos desde la infancia, que empezáramos a tocar juntos y que tuviéramos las mismas raíces. Yo había visto la banda de Saúl tocando y me gustó. Me llamó la atención porque era una banda que no estaba tocando covers, estaban haciendo su propio rollo y eso me gustó. Caifanes Cuando Saúl decidió que los Caifanes era su proyecto más importante en ese momento, también estaba con las Insólitas, pero ya estaba haciendo el demo de Caifanes. Después me dijo que quería que entrara a Caifanes con él, pero en ese momento yo estaba enamoradísimo del proyecto de las Insólitas y no me gustó nada la idea. Así que le dije que no. Además, sólo había tocado profesionalmente con Insólitas, lo demás lo hacía con mis cuates en nuestros reventones. También quería intentar otra cosa, tocar con otros músicos. Para ese entonces ya conocía a Federico Fong, que estaba tocando con Insólitas, y quería hacer cosas con él y otros músicos. Estuve ensayando varias cosas, pero no cuajó nada. Después, Saúl me invitó a que viera a Caifanes, que apenas estaban en su segunda presentación. Me encantó. Nunca lo había visto a Saúl como público y me gustó mucho su rollo. Así que accedí a entrar, empezamos a ensayar y, para la siguiente tocada -en el Bar 9 y fue un desastre- ya toqué yo la batería. Mucho del truene de Insólitas, la salida de Saúl, fue porque no pasaba nada, no había futuro, no había compañías interesadas. Fue cuando empezaron a llegar bandas de fuera (España, Argentina) que la industria nacional empezó a buscar bandas mexicanas y una de ellas fuimos nosotros. Todo fue bastante rápido y realmente no racionalizábamos mucho de lo que estaba pasando, más bien estábamos disfrutando el raid, el viaje, sin vislumbrar los alcances que podía llegar a tener. Estaban cambiando las cosas muy rápidamente. Pero cuando realmente llegó el madrazo fuerte fue con 'La Negra Tomasa'. Fue muy desequilibrante para nosotros, porque era una canción con la que abríamos los conciertos desde que inició la banda, era una manera de romper con la solemnidad de los rockanroleros. Ahora esos estereotipos ya se han roto. Pero fue difícil mantener la brújula y no perdernos con este rollo de ese éxito, porque se escuchaba en todos lados. La evolución de Caifanes Siempre fuimos a más, cada vez manejábamos mejor el estudio como una herramienta para hacer música y cada quien fue creciendo como músico. Los cambios, obviamente, afectan, cambian el sonido, pero la gente que estuvo, siempre fue gente muy valiosa -musicalmente, por lo menos-. Pese a todos los pleitos y broncas que hayamos tenido, a la hora de hacer la música hubo cosas muy chidas. Obviamente, hay cosas que yo hubiera hecho distintas, a la distancia, pero ahí están. Porque vas aprendiendo cosas conforme va pasando el tiempo; cómo se graba, como suenan mejor las cosas. Pero serían cuestiones técnicas más que nada, el corazón que le pusimos a todo lo que grabamos ahí está y se nota. Eso es lo que creo que hace a esos discos ser tan chidos. También está la forma que Saúl tiene para comunicarse con la banda; es muy particular el carisma que tiene, la forma de conectar a la gente. Hasta la fecha no me deja de asombrar. Esa magia que tiene Saúl ha sido gran parte del éxito que ha tenido la banda durante tanto tiempo. Obviamente, el equipo que se ha reunido alrededor ha sido importante, músicos que han hecho cosas muy buenas en el proyecto. Pero esta magia es muy especial, no se encuentra en todas las bandas. A mí, el segundo disco, El Diablito, me gusta mucho. Es muy completo, había muchas canciones muy buenas, tocamos muy bien, aunque faltó mucha producción y personal técnico que nos echara la mano, porque estuvimos algo abandonados. Oscar López nos llevó a Nueva York y prácticamente nos dejaron ahí botados. A la hora de la hora faltó presupuesto para hacer la mezcla, lo terminaron mezclando Saúl y Diego, que no tenían ninguna idea. Por eso me encantaría oírlo bien, como debería haber sido, sobre todo en la mezcla. En El Silencio, me gusta el trabajo de Adrian (Belew). Un genio, un tipo con una creatividad y una musicalidad muy particular. Desgraciadamente, en esa etapa el grupo estaba en muy mal momento en las relaciones interpersonales. Ese es el mal recuerdo que tengo del disco. Después viene la salida de Sabo y Diego e hicimos el Nervio del volcan. Teníamos que hacer un disco muy chingón. A mí me gusta mucho ese disco, tal vez es el más comercial que hicimos, pero tiene una factura impresionante; ahí sí creo que se cumplieron la mayoría de las cosas que queríamos hacer. Trabajamos con gente muy talentosa, un productor (Greg Ladanyi) que cuidó muchísimo el sonido del disco, tocamos bastante bien todos. El fin de Caifanes Fue muy triste. Estábamos en el mejor momento de la banda, las puertas se estaban abriendo por todos lados, pero cuando las cosas tienen que acabar, se acaban. Jaguares El Equilibrio me gusta mucho porque es muy relajado. Lo hicimos con Don Was, que es un hippie; super relajado en el estudio, grabábamos palomazos, quemábamos cintas a lo cabrón. A veces llegábamos a las dos de la mañana al estudio, medio enfiestados y grabábamos tomas; algunas nos quedaron, otras no. Fue muy relajado, por eso creo que le dio rollo al grupo. Obviamente, ese disco es bastante más difícil que El Nervio del Volcán. Es más crudo, no tan producido, con menos trabajo en los arreglos; es más animal, de entraña, más que cerebral. Hay cosas que me encantan y que no habíamos probado antes: la manera de tocar de José Manuel es totalmente distinta a la de Alejandro, la forma de trabajar. Desafortunadamente, este disco tuvo la bronca de que casi no lo pudimos tocar. EL VAMPIRO César López es un rockero tapatío con una gran trayectoria artística. Es mejor conocido en el ambiente como El Vampiro. Lo de Vampiro se lo puso el Chino Inda, porque cuando tocaba o ensayaba la guitarra se dormía tarde y, por supuesto, se despertadba tarde. Su primer guitarra Mi papá, Alfonso López, es músico, toca guitarra. Durante los setenta, tenía un grupo y manejaba un bar; así que desde chico vi los amplificadores y las guitarras en la casa. Por eso comencéa a tocar, ahí estaban; además mi papá, como buen padre, orgulloso de que su hijo hiciera lo mismo que él, me empezó a enseñar y como a los cinco o seis años aprendí a tocar la guitarra. Mi papá me mandó hacer una guitarra chiquita, acústica.Aunque después me gustó más la onda del órgano, porque tenía ritmos y pedales. pero como a los 17 años me volvió a gustar la guitarra, pero ya por la onda del rock. Entonces ya comencé a tomar los instrumentos de mi papá, su guitarra eléctrica, un pedal grandote, un fuss bien raro; era un wah-wah y fuss, que él nunca usó, pero a mi me encantó, se me hizo super ruidoso. ÁWau, qué sonido! A mí me entró primero la música disco, los Bee Gees era mi grupo favorito; claro, también lo pesado me gustaba, como Led Zeppelin, Deep Purple; en otra línea, los Doors, los Rolling Stones. Los Beatles no me gustaban, se me hacían cosa de viejitos. Ahora me encantan, pero antes no. A los 17 ya lo tenía claro, quería ser músico. Entonces me clavaba a tocar diariamente y, como mi hermano tenia un grupo de rock, aprendía viéndolos. Porque antes no había manuales, ni partituras, ponías el disco o el cassette y tú mismo tenías que sacar las canciones y aprender de oído. Comencé a tocar en un grupo como a los 18, con mi hermano primero y después con algunos amigos de la colonia, como Hugo Rodríguez (Azul Violeta), con quien comencé a trabajar más en forma. Eran unas cosas medio pacheconas, raras. Así formamos la primera versión de Azul Violeta, con el Chino Inda y Alejandro López. Pero yo seguía escuchando y conociendo a otros guitarristas por discos que me prestaban o programas de radio que grababa. Me influencié de Nell Young, Lou Reed, Tom Petty, Pete Townshend; pero de los que me engancharon, aunque es dificil decir cuáles, definitivamente, el maestro es Keith Richards. Me gusta la guitarra en lo que aporta a la canción. La etapa negra Al salir de Azul Violeta, el Vampiro tuvo un periodo obscuro, él no habla nada sobre ella, simplemente se limita a olvidarla. El nuevo cambio Al salir del periodo obscuro, el Vampiro regresó a Azul Violeta. Fue medio nostálgico, pensábamos que iba a ser lo mismo. Porque en la primera etapa fue como una escuela, pasaron por ahí varios músicos, todos opinaban, tenian ideas. Pero la segunda fue muy diferente, muy de marketing, de 'bisnes' con la compañia; pero para mi gusto hubo un problema fundamental; no habia comunicación con la gente. El público no entendía lo que queríamos decir, incluso a mi me costaba trabajo saberlo. No iban a los conciertos y cuando iban, no pasaba nada. La comunicación con el público es fundamental. La música de Azul Violeta era muy light, las letras sin tomar partido, sin comprometerse con nada, ni quedar mal con ninguno de los dos lados. Y si no tomas partido, pasas sin pena ni gloria. Por ese tiempo, Saúl empezó a ir con frecuencia a Guadalajara, le dije que queria trabajar con él, porque yo queria trabajar con un compositor -que fue parte del fracaso de Azul Violeta. Había el antecedente de la invitación que me hicieron para trabajar en la gira de El Nervio del Volcán, con Caifanes, pero les había dicho que no, porque su guitarrista era muy dificíl; después me enteré de que entro José Manuel Aguilera. El caso es que le dije a Saúl que quería trabajar con él; había quedado esa espinita, pero me dijo que entonces no tenía planes de nada, se iba a Los Angeles a grabar unas canciones en un homenaje a Police. Después me habló de ahí, precisamente; me dijo: 'te hablo para tomarte la palabra; vamos a ensayar, sin compromiso de ninguna parte, para saber cómo sonaría'. Me dijo que iban a estar Jarris, Sabo, Alfonso. Era más o menos mayo del 98. Transformarse en jaguar Más que miedo, tenía pánico. Tocar con Jaguares es un paquetote, había estado José Manuel, estuvo atrás Marcovich. yo me aventé, tenia muchas ganas, aunque creia no tener el nivel para hacerlo; gracias a la confianza de ellos he aprendido muchas cosas. Fue muy sencillo integrar el trabajo de las guitarras. Es dificíl decidir qué va a tocar cada uno, pero fue muy sencillo, casí sin decirnos nada; cuando yo agarraba un camino, digamos, el acompañamiento, Jarris agarraba el solo. Así se dio todas las veces, sin ponernos de acuerdo, porque yo estaba en Guadalajara y él en el D.F., cada quien preparaba algo y al llegar al ensayo, embonaba. Algo muy importante en Jaguares es la devoción de la gente con Saúl. No lo habia visto jamás con nungún grupo, ni en los conciertos que he asistido, ni con los grupos que he tocado. Es impresionante: dejó de tocar dos años, cualquiera con ese silencio habria desaparecido. En los primeros ensayos, recuerdo que los veia a Jaguares y se me hacia raro. Cuando empecé con Azul Violeta, fue cuando el boom de los Caifanes; de alguna forma, ellos fueron los que nos dijeron, si se puede,nos abrieron las puertas. de ahí para atrás, sólo eramos unos necios. Nadie nos podia decir que se puede vivir del rock and roll, y sin embargo, ahí estabamos. Ellos fueron los primeros, eso te deja huella, les tienes respeto. Incluso ahora, que somos compañeros, no pierdo esa imagen del 'artista'. |